No me queda duda.
Sus pies abandonados las desprenden de la tierra.
Sus cabezas, corazones y cadenas
habitan en la nada.
Sus manos juegan con hilos, telas
entremezclan voces, cantitos pequeños.
abititaaaaaaaaaabibaabibibititaaaaaaaaaa
ella insistía:
abititaaaaaaaaaabibaabibibititaaaaaaaaaa
La Perejila
mi abuela María
primer habitante de la nada.
Este era su secreto
silbo de socorro
suelta de susurros
y lobos:
Las mujeres
somos
habitantes de la nada.
Sólo sus manos tocando,
rugosidad de calendario,
explorando con minucia
mis manos tiernas
de niña atenta.
Si algún día llegas
nos encontrarás a todas juntas
navegando ausencias.
La Nada compartida es nada.
Desprende tus heridas,
afianza mujer, tu pie en la tierra
el ancla para no ser mordida
por el enigma de mi bisabuela.