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lunes, 21 de noviembre de 2011

Colores que reparan lo irreparable



Huellas magenta y tierra

Huellas de montañas, cielo.

Traiganme todas las manos:

las negras,

las asiáticas,

las occidentales

las gitanas

las del Sur

todas

abiertas al sol y necesarias


para desactivar las armas,

rehacer el tapiz de paz

en casa

en la tierra.


Manos

para desobedecer al ciego tirano

DES O B D C er

Necesitamos manos que no acepten el A B C

de lo que Dios, el jefe, el marido, el político manda.

Queremos huellas magenta y tierra.

Huellas montañas, dedos cielo.

Manos para querer. Devolver abrazos.

Construir castillos, sin soldados, con todas las arenas.

Sin fronteras.


Repito: necesitamos manos para

DES O B D Cer .

DES O B D Cer a la miseria impuesta.

Necesitamos manos tierra, magenta

para cultivar campos, pintar palabras, bordar cariños.


Necesitamos colores montaña, manos cielo

para educar a quienes son pequeños

para comprobar que el arco iris está salado,

es dulce y es de todas y de todos.


Necesitamos colores en las calles sin farolas,

pintar sonrisas, bordar la magia: ¿vienes?

Manos tierra, colores montaña, cielo magenta.



Imagen Candela Arevalillo (La poesía nos une)


Dedicado a todas las mujeres.

Y también a los hombres que saben y se hacen querer,

sin fisuras en el tiempo.

25 de noviembre día internacional por el buen trato a las mujeres.


domingo, 13 de noviembre de 2011

Remembrance day





Si me pides que me acuerde recordaré a Gandhi, a John Lennon.

Si quieres que lleve flores las cortaré por la vida, los nacimientos.

Si quieres que invierta y financie plantaré semillas en mi huerto.

A las niñas y niños del mundo les daré canciones, cuentos.


Porque Alicia en el país de las maravillas abre el arco de la paz

vestir a chavales y chavalas de guerrilla es sembrar patria

y habíamos acordado ser ciudadanos del mundo.


Porque un corazón tierno no debe recaudar inocencia para las armas.

Recordar a los muertos para volver a matar es olvidar el mensaje.


Recorreré los pasos atrás,

pisaré por el Memorial de Berlín con más fuerza.

El legado de las grandes guerras dice:

para que no olvidemos el daño en ambas partes,

para que las armas y la muerte no ganen siempre.



Recordaré a las madres que parieron entre escombros

tras las últimas bombas del final de una guerra.

Si me pides recordar: Gandhi, Lennon, Mercedes Sosa serán mis héroes.

A Benedetti me remito: quien pacifique a los pacificadores, buen pacificador será.




jueves, 10 de noviembre de 2011

Breve historia para no dormir



El desastre de los mercados no entiende nada sobre el desplazamiento forzado de los corazones que querían latir y compartir la vida sin monedas de cambio.

Hasta que un día se les oyó, y se les oyó decir: Baaaaasta. Y los mercados se fueron quedando vacíos y chiquitos. En cambio, los corazones empezaron a reagruparse en las calles, felices por el intercambio de bienes sin tasas a terceros.

Y cuando despertó el mercado, los corazones ya no estaba allí.




Dedicado a los nuevos movientos sociales: la marea verde, el 15m y tantos otros que están sembrando una puerta abierta para volar con una ráfaga de viento.



miércoles, 9 de noviembre de 2011

La huida de Morfeo


Pelujo está insomne. Oscilan sus dos últimas hojas, sus moneditas de oro, en la noche pierden su dorado natural y se transforman en sellos opacos sin haz, ni envés, sin cara, sin precio. Las ramas finiiiiísimas, en lo alto, mantienen su compostura. Pelujo tiene una estrella, un lucero que cuida su vigilia. Desde la ventana se observa que viento está dormido, las nubes algodonean la escena aportando un gris blanquecino de fondo.

Las ramas de Pelujo se enredan en la parte media de lo que fue su copa, una intrincada maraña de circuitos de sabia dormida, de caña dura; se entrecruzan una y otra vez hasta dotar a la imagen de una mayor profundidad de campo. Se adivina la presencia de un árbol vecino igual de enmarañado. Aunque en la tierra vive de costado en otra parcela, mira a otra calle, sin embargo en la medida que vamos subiendo del tronco a las ramas une sus dedos con Pelujo y entre los dos esconden a un edificio lejano en la noche.

Pelujo quiere dormir y no me habla: ronronea cuentos, saltea las ovejas repletas de lana caliente en duermevela. Tal vez siente frío y por eso no puede descansar a rama suelta. Decido correr la cortina para arropar sus manitas de madera, calentar su mirada inacabada y que sus párpados cedan al sueño. Tranquilo Pelujo, que pronto vendrá la madrugada y las horas traerán al sol para calentar tu estancia.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Conversaciones con la ventana


El árbol ha amanecido despelujado. Apenas quedan las hojas resistentes, las imprescindibles, las que marcan la diferencia entre lo caduco y lo perenne.

Yo quiero a mi nuevo árbol, especialmente porque sus ramas empiezan a parecerse a las raíces de un puerro: sin embargo, siguen desafiando al cielo.

Arrecia el viento y acaricio con mi mano tibia su silueta deshilachada. Quien dijo frágil, se equivoca. Mi árbol conquista días, horas. Todavía no sé su nombre, es cuestión de aprender a escucharle.


Hoy despierta despelujado, soberbio de cara al zumbido del invierno. Te llamarás: Pelujo.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Esta tarde contiene arde



Me da tanto miedo el fuego. Me quemé con agua hirviendo, pero veo fuego y la huida no se detiene. No se detiene. Me da tanto miedo. Clarice Lispector se durmió con un cigarrillo y su fuego abrazó su cuerpo, no salgo de esa imagen. Recuerdo haber visto el daño fuego de cerca. Recurro a la anestesia mental necesaria para recordar la cara y el pecho quemado de Lola, la pintora, que con un disolvente se abrasó en su taller, sin querer. Tuvo que extender con sus manos de artista tanta crema sobre su nueva epidermis: cada hora su piel desierta, cubierta de escamas, reclamaba agua. Me da tanto miedo el fuego. Unos niños saltaron por una ventana, su madre los tiró para huir de la lumbre desbocada. Esta letanía de fuegos no acaba. Nos da tanto pánico el fuego.

Una enfermera deja salir unas gotitas de la jeringuilla, da unos golpecitos al tubo y nos manda soplar a mi hermano y a mí. Si soplas no te dolerá. Soplo las velas de mis tres años y no se apagan, un impulso de rebelión y desdicha me llevan a un nuevo intento, mi primer fracaso. De la frustración arranco un nuevo soplido con puñetazo en el mesa, una vela se apaga. Reconocida la técnica, tenaz, prosigo: soplo, puñetazo, la vela de los dos años desaparece, soplo de nuevo tras mi puñetazo de mano pequeña, y todas las velas se apagan. Todo un éxito, acabo de inventar mi primer ritmo. Celebro triunfante, con sonrisa y con empeño, mis tres años en el mundo. Mi familia en círculo se ríe, les gusto. Soy bruta, existo, ahora tengo tres años, alguien enciende la luz del pequeño cuarto de estar. Me da tanto el miedo el fuego, aunque sople.

Me acerco a los cuarenta y eres fuego y yo agua hirviendo, soplo y me sigue doliendo. Soplo y doy un puñetazo y no hay vela que se apague, me quemo. Cierro la ventana y huyo por el portal. Me da tanto miedo el fuego.