Callar
hasta que el silencio nos separe. No abrir la boca. Callar la muerte. Callar el
dolor. Callar el insomnio. Callar en las iglesias y en los juzgados. Callar por
respeto y de morado.
Cerrar
los grifos, atar y bien atar los gestos de la cara. Callar. Encerrar el alma en
una habitación oscura, cerrar la puerta. Comer las palabras una a una,
deambular por el intestino lleno de silencios. Callar la caída, callar cayendo.
Asistir
a los juicios callando. Festejar las bodas de otros, callando. Atravesar
Europa, América Latina harta de callar, callando.
Callar
a los niños, a los manifestantes, al
suicida que cae, al banco que se corrompe, mandando y sin rechistar.
Callar
de dolor, por juego, por poder callar. Callar con mantilla, sin escribir,
borrar las entradas. Callar fingiendo hablar, callar frente a un espejo, callar
llorando y de memoria. ¡Callar toda la noche en blanco y todas las llegadas al
infierno!