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miércoles, 9 de mayo de 2012

Arriba en el árbol


Vivía en la corteza de un árbol y todo iba bien hasta que llegó el otoño-invierno. Cada mañana sacaba primero una pierna y luego la otra, las dejaba colgar desde el agujero hacia el exterior, como había hecho en verano, y lo que meses atrás era un juego se convertía, con el paso de los días, en un auténtico calvario. Las botas de agua no permitían sacar tan airosamente las piernas como las sandalias o los pies descalzos, además los calcetines de lana se quedaban tiesos, acartonados, no llegaban a cubrir las rodillas; rozando las corvas una y otra vez.

Sin embargo, la chica era testarruda, y se negaba a invernar como un vegetal. Podría vivir en la corteza de un árbol, sí, pero se negaba a dormitar todo el invierno hasta que volviera el buen tiempo.

Así que no le quedó más remedio que empezar a hacer ejercicios de respiración como calentamiento antes de sacar sus lindas y congeladas piernas del hueco redondo y áspero del árbol, que la guarecía durante las noches glaciares. Sus amigos le decían que no se quejara tanto porque los glaciares todavía no habían llegado, pero que sin duda, llegarían. Como veían que las prácticas matutinas de Piernas Locas eran cada vez más arriesgadas le regalaron para su cumpleaños unos enganches para ponerse en las botas para que cuando llegaran las nieves no se resbalara por la caída al vacío desde la oquedad de la corteza hasta el suelo blanco crujiente. La nieve con las primeras pisadas cruje, luego se ensucia y tan sólo resbala.

Pasaron las mañanas, y cuál fue su sorpresa, que a eso de las 8.30, se oían más respiraciones entrecortadas desde los árboles cercanos. No puede ser, soy la única loca que se atreve a vivir dentro de la corteza de un árbol. Te equivocas, le dijo una mañana el árbol de al lado. Puedes repetir eso contestó Piernas locas. Te equivocas, desde que los bancos se adueñaron de las casas, cada vez somos más los que vivimos en cortezas de árbol. Lo que pasa es que antes nos daba verguenza confesarlo, y en verano nadie se dió cuenta, pero ahora con este frío cuesta más mantener el secreto. ¿no te has enterado que empezamos a ser auténticos bosques urbanos?

No tenía ni idea -repuso Piernas locas- pensaba que era la única, ya que para serte sincera no se vive muy bien del todo dentro de las cortezas de árbol, y ahora con la ropa de invierno tengo menos espacio para estirar mis piernas.

Sí, además no se puede invitar a nadie, no hay espacio. Aún así yo estoy agradecido a mi árbol que me guarece por la noche de la escarcha. Me han dicho que en el Parque del Retiro son muchos los que habitan árbol, y quedan a las 6.30 para hacer sus ejercicios de respiración. Luego tienen que esperar a que el encargado de las puertas abra para que puedan salir del recinto. Algunos mientras tanto buscan las migas y las bellotas que no quieren las ardillas. Recogen las palomitas de los niños y niñas que viven en casas, y se las guardan para la hora de la comida.

Sabes que te digo amigo del árbol vecino, que yo me había imaginado un urbangarten mucho más frondoso y abundante. Fluuuuuuuuup, vaya ya he conseguido sacar mis piernas del agujero. Qué tengas un buen día, a ver qué me cuentan hoy las del call center. No me pagan nada, pero como dice mi compañera, al menos estamos calentitas por el día y el café es gratis.

2 comentarios:

carmen fabre dijo...

Qué original y realista Nelken, me ha encantado. Gracias.

Un abrazo.

Nelken Rot dijo...

Muchas gracias linda.

un beso.

;-D

Nel