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miércoles, 6 de enero de 2010

De merienda en casa de Alicia

Firme olvido los ecos de urgencia,
ahora juego con el ovillo de lo importante.

Olas de lana deshenebran enredos
mares de paja concretan brazos y piernas.
Sombreros de buhoneros coronan
a las princesas valientes que juegan
con un presente grande, sencillo,
de palmeras, guiñoles y frutas.

Soles de plastilina y nubes prestadas de pegatina,
camellos cargaditos de juguetes para todas las Alicias del mundo.
Los niños bordan sus ilusiones en las caras de los adultos,
la pantera rosa trabaja frenética.

Olas de lana apaciguan las cuentas y traen a la orilla
fantásticos cuentos de magia y misterio.
Hoy es el fin de la navidad.

4 comentarios:

Alejandro dijo...

Qué bien, Nelken. Ahora que las Alicias ya tienen sus juguetes, nos dedicaremos todos a recoger el Belén, a guardar las luces del árbol y ver si en nuestro jardín le encontramos un lecho para que se enganche otra vez a la vida. Quizá, el próximo año, vuelva a reverdecer y sea testigo de otras navidades que también terminarán.

Besos

Alex

Anónimo dijo...

Esta entrada me recuerda, una vez más, que la Navidad no es más que lo que nosotros hacemos de ella...que el tiempo no es más que lo que los seres humanos hacemos de él y con él. Algunos hacemos castillos en el aire, literatura, otros tiran de los camellos y buscan agua en el desierto. Supongo que ambas cosas son necesarias, según el hemisferio, según la persona.
Bien, Nelken...sigue llenando de olas tu blog...apacible y firmemente.

Port

Mari Carmen Azkona dijo...

Nelken, el día de Reyes es el único día que me gusta pasear bajo las luces de navidad. No encuentro sonrisas obligadas, ni abrazos sin sentido...mirando las caras de los niños encuentras ilusión y felicidad , incluso me permito creer en la magia.
Con tu texto cierro la puerta a la Navidad.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola Nelken. Describes muy bien, poéticamente, La Navidad desde el principio hasta el fin. Yo no quiero dejar de ser nunca una Alicia de esas que mencionas en el poema. El entusiasmo y la ilusión siempre me acompañan en mi viaje. Y, ni aquí, ni en Australia, ni en Sebastopol (por cierto, no sé muy bien donde queda lo último) me desharía de este equipaje.
Un besito.
Mila